La comedia es un signo característico de este país, y más en el cine. En los últimos años hemos visto cómo nuestras salas se llenaban debido a la presencia de comedias patrias. Unas mejores que otras, eso sí. La llamada “nueva comedia” en EEUU provocó un cambio importante en la forma de hacer y de vender este tipo de productos. Es fácil reconocer las comedias más contemporáneas en España, ya sea porque cuentan con un póster de color chillón o porque cuenta con los 3-4 actores de siempre, acompañados de algún secundario interpretado por alguien que esté de moda en ese momento.
Cierto es que cuesta encontrar algún producto rescatable en un catálogo tan amplio, aunque siempre encontramos excepciones (sin llegar al nivel de locura de 8 apellidos vascos o cualquiera del multiverso de la locura de Santiago Segura). Afortunadamente, esta es una de esas excepciones.
A ver, que tampoco me quiero venir demasiado arriba. Un lio de millones no es la octava maravilla (ni lo pretende) pero sí que es verdad que se agradecen películas así de vez en cuando, que sepan lo que quieren ser y nos hagan pasar un buen rato sin demasiadas pretensiones. La directora Susan Bejar nos entrega una comedia ligerita repleta de gags típicos pero efectivos y liderada por un dúo protagonista que, para que vamos a negarlo, eleva significativamente el nivel del producto en cuestión. Antonio Resines y Gracia Olaya interpretan a un matrimonio cuya relación con sus dos hijos (interpretados por Clara Lago y Alberto Olmo) no atraviesa su mejor momento, que digamos. Para intentar recuperar su cariño y que sus hijos vuelvan a interesarse por ellos, los dos protagonistas urden un plan: hacerles creer que han ganado la Lotería.
Como ya he comentado, todo el peso de la cinta lo llevan Resines y Olayo, que están estupendos y generan unas situaciones que arrancan más de una risa (en especial algunos momentos del personaje de Gracia Olayo conversando con su “asistenta”). La película se basa en eso, segmentos humorísticos de los ellos dos mientras se rodean del resto de personajes y sus correspondientes historias. Esos momentos son los que hacen que el ritmo de la película se resienta, en mi opinión. Lago y Olmo hacen lo que tienen que hacer, consiguen que les cojas una tirria del copón, pero sus segmentos no llaman la atención que tienen que llamar (en especial los del personaje de Olmo). ¿Que por qué digo esto? Pues porque, como en toda comedia de este tipo, siempre hay secundarios que aportan un “punch” a la historia, y en este caso contamos con la presencia del bueno de Raúl Cimas. Podrá gustarte más o menos, pero es innegable que este hombre tiene una capacidad innata para decir cualquier cosa y que resulte cómico a más no poder.
Tampoco se puede comentar mucho más de la película. Obviamente sabes cómo se va a desarrollar la historia y cuál va a ser su resolución, pero esas situaciones típicas a la par que rocambolescas, impulsadas por su reparto, hacen que te encuentres ante una película sencilla, divertida, y efectiva. Sin duda es un producto al que arrimarte estas navidades si lo que buscas es ir al cine para pasar un buen rato sin necesidad de descubrir la novena sinfonía de Beethoven pero manteniendo una calidad más que digna.
Y es que a veces, lo único que buscamos es olvidarnos de todo y pasarlo bien sin necesidad de pensar en nada más. Como siempre os animo a que vayáis a verla y opinéis vosotros mismos.