RESEÑA DEJA QUE OCURRA 2. TODO LO QUE SOMOS JUNTOS

«Tras el éxito de Todo lo que nunca fuimos llega el desenlace de la Bilogía Deja que ocurra. ¿Qué pasará con Axel y Leah?
Han pasado tres años desde la última vez que se vieron. Ahora, Leah está a punto de cumplir su sueño de exponer en una galería.
Y, pese al pasado, Axel necesita formar parte de un momento como ese.
Cuando sus caminos vuelven a cruzarse, Leah tiene que tomar decisiones que pueden cambiarlo todo, porque, a pesar de lo que ocurrió, los recuerdos de toda su vida siguen ahí; intactos, bonitos, únicos. Colándose en cada grieta que aún no ha cerrado.
Porque él sigue siendo el chico que aún no ha olvidado.
Porque es el mar, noches estrelladas y vinilos de los Beatles.
Porque a veces basta un deja que ocurra para tenerlo todo».

Llegó el final de la bilogía Deja que ocurra, una bilogía que comenzó muy fuerte y que, a mi parecer, ha ido decayendo conforme avanzaba en la lectura de la segunda parte… ¡Pero no adelantemos acontecimientos! Vayamos pasito a paso.

Han pasado tres años desde que Axel decidiera dejar ir a Leah, y ella ha hecho lo único que podía hacer: continuar hacia adelante, crecer y perseguir su sueño de pintar. Sin embargo, hay muchas cosas que han quedado en el aire desde que se separaron, y una de ellas es qué ocurre con la amistad entre Axel y Oliver. Por suerte, Axel tiene el apoyo de su familia y pronto, tendrá también el de su mejor amigo. No obstante, mientras Leah conocía a gente, hacía amigos y vivía, Axel se ha quedado atascado en una espiral de tristeza de la que no puede escapar. A lo largo del segundo libro, somos testigos de cómo Leah lucha contra sí misma, de cómo Axel trata de comportarse mejor que la última vez y de cómo, al final, el amor decide por ambos.

Y aquí es donde entra mi crítica que, espero, sea constructiva. En mi modesta opinión, creo que a Axel se le ha colocado un sambenito por culpa de Oliver. Fue él quien le obligó a actuar como lo hizo al final del primer libro y no tuvo la decencia de contárselo a su hermana, que lleva sufriendo tres años por unas palabras obligadas a ser dichas. Si bien es cierto que Axel no hizo muchas cosas bien, Oliver, en mi opinión, se hace la víctima y trata de excusarse en eso de «Tengo que proteger a mi hermana». Por otra parte, es fácil comprender a Leah: jamás imaginaría que fue su hermano quien lo propició todo. Después de cuanto ha sufrido por estar con Axel, no me extraña que piense que todo ha sido un sueño. Y no solo eso, sino que debe enfrentarse al hecho de que tiene ante ella a Landon, una persona maravillosa que cuidaría de ella, pero que no le transmite lo mismo que el amor de su infancia. ¿Qué debería hacer: elegir a alguien por quien sufrió durante años, o a quien le garantizaría un futuro sin complicaciones?

Todas las relaciones pasan por altibajos, y eso es lo que Leah termina por aprender cuando se da cuenta de que, aunque eligiese a Landon, nunca llegaría a ser completamente feliz. Y Axel comprende que huir de sus propios sentimientos solo complica las cosas.

Si bien es cierto que Alice Kellen nunca deja indiferente, aquí ha estirado demasiado los tira y afloja de Axel y Leah. Su pluma sigue siendo impecable, con una sutileza maravillosa para ciertos momentos y una intensidad abrumadora para otros. Las descripciones de los sentimientos son oro puro, algo que se agradece en medio de un final de bilogía que me ha dejado con un regusto agridulce.

Al menos, debo confesar que el final del libro me ha gustado y que no esperaba menos de Alice: vibrar de emoción con los protagonistas y aplaudir cuando las cosas salen como deberían salir. Y, como siempre, con un submarino amarillo de fondo 😉

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